Cada 15 de septiembre se celebra el Día Mundial del Pelo Afro, una fecha que nace de la lucha contra la discriminación hacia los cabellos de origen africano y que busca visibilizar la importancia cultural, histórica y política que conlleva llevar el pelo natural.
Esta iniciativa fue impulsada en 2017 por la activista afrodescendiente Michelle De León, tras casos en países como Inglaterra, donde estudiantes fueron sancionados por usar sus peinados naturales como trenzas o locs. Desde entonces, la fecha se ha convertido en un símbolo global de reconocimiento y respeto hacia los cabellos afro y sus múltiples significados.
Históricamente, en las culturas africanas precoloniales, el cabello tenía un valor espiritual y social profundo. Durante la época de la esclavitud, el sistema opresor buscó borrar esa identidad mediante el castigo y la imposición de estándares eurocéntricos de belleza, lo que hoy se refleja en prejuicios persistentes en América Latina y el Caribe, donde a menudo el pelo afro es estigmatizado como “pelo malo”.
Sin embargo, llevar el pelo afro natural es un acto de resistencia y orgullo. Es desafiar las normas sociales que favorecen la homogeneización estética, es decir «esto soy yo, con mi identidad y mi historia». Esta elección también enfrenta barreras reales, como la falta de espacios que conozcan y respeten el cuidado de este tipo de cabello, y la discriminación en ámbitos laborales y sociales.
En ciudades como Buenos Aires, lugares como The Blackber Shop en Villa Crespo emergen como espacios de encuentro y reconocimiento, bajo el lema: “Sabemos lo que hacemos porque sabemos quienes somos.”
Hoy, más que nunca, el pelo afro representa identidad, memoria, dignidad y la lucha de los pueblos negros por ser respetados y valorados tal como son.





